Estamos ya a solo unos cuantos días para que termine la pesadilla que ha significado este sexenio. El tiempo determinará la evaluación completa que se tenga que hacer de lo que realmente sucedió en estos seis años. No cabe duda que, para bien o para mal, el país ya no es el mismo que el que era al final de 2018. Mucho ha sucedido desde entonces y si bien es cierto el presidente es un animal político (en toda la extensión de la palabra), seguimos siendo de quienes opinan que aunque su narrativa ha sido eficaz y poderosa, sus verdaderas intenciones en cuanto a brindar mejores condiciones de vida, en particular a quienes menos tienen, son altamente cuestionables y con datos duros se advierte los serios retrocesos que se han dado en prácticamente todos los rubros relevantes de la vida diaria.
Lo que es un hecho, y me parece es urgente, es que ya el presidente salga del poder y ceda el espacio a su sucesora. Nos guste o no el resultado electoral le dio a Claudia Sheinbaum una cómoda ventaja en los números totales, aunque es equivocado pensar que ese resultado en las urnas generó un cheque al portador para hacer con el país lo que les venga en gana. Y ese título sin límites no se los dio el electorado mexicano ni al actual presidente ni a la nueva titular del Ejecutivo. Decir lo contrario es ajeno a la aritmética de las boletas, y es particularmente ilegítimo considerando los votos totales y el nivel de abstencionismo de un 40%. En este terreno hay que destacar la abyecta, irracional e ilegal actuación de quienes en el INE y el TRIFE otorgaron al partido mayoritario una sobre representación en la Cámara de Diputados. Semejante abuso de interpretación y de desprecio por los principios elementales de división de poderes, normalidad democrática, y atribuciones electorales, ya figura en la historia legal del país como uno de los capítulos más oscuros que se hayan escrito a la fecha. El nombre de los siete Consejeros del INE y de los cuatro Magistrados del TRIFE que favorecieron al régimen totalitario deberán ser recordados como quienes ante la opción de proteger la Constitución y sus valores esenciales, sucumbieron ante la tentación del poder y el servilismo al Ejecutivo. Por el contrario los valientes restantes cuatro Consejeros del INE y la única Magistrada del TRIFE que sí honraron su puesto deben ser reconocidos en la evaluación que se haga de este nefasto episodio. Lo que escribo aquí no es un lamento retrospectivo. Es la referencia a la historia actual y el cómo nos encontramos en este momento de transición que vale la pena hacer el recuento anterior. En particular, necesario ver cómo sin mérito fundamental salvo el cumplir con los caprichos enmarcados en el infame Plan C, el Congreso Federal con la mayoría calificada artificialmente obtenida en los hechos, con la complicidad de cuatro Senadores que igualmente pasarán como grandes traidores a la democracia (Sabino, Saucedo, Yunes y Barreda), y la maquinaria de aprobaciones en Congresos Estatales, han ya aprobado la reforma al Poder Judicial. Ahora se aprestan a dar otro par de golpes mortales que incluyen la militarización de la seguridad pública, y la ampliación de delitos graves que ameritan prisión preventiva oficiosa (defraudación fiscal y contrabando). Más adelante pretenden eliminar los organismos constitucionales autónomos que son conquistas ciudadanas y que solamente se quieren erradicar porque representan diques a la voluntad del Ejecutivo federal. Todos estos pasos no están legitimados por las urnas. Son un plan bien orquestado para concentrar poder, y en los hechos entrar a un régimen donde de facto habrá ya una sola persona que ejerza el poder sin límites legales. Será la realidad económica, la crítica de prensa no cooptada (particularmente la extranjera), y los intereses de otros países, los que puedan ejercer algún tipo de presión ante los abusos que estos cambios suponen. Las consecuencias son graves porque implican regresiones importantes y violaciones directas a derechos humanos y a obligaciones asumidas en tratados internacionales frente a otras naciones. Aquí entonces cabe la pregunta de si el caos que se está generando, porque esa es la realidad a pesar de que la quieran vestir distinto, es realmente lo que se requiere hacer. Me vienen a la mente dos potentes razones para cuestionar el actuar del grupo dominante y del presidente en particular. Por un lado está el hecho de que se está picando la cresta a los principales socios comerciales al realizar estos ajustes constitucionales, mismos que aunque puedan en teoría cumplir con los requisitos básicos para que se consideren realizables en su forma, olvidan por completo que los tratados internacionales tienen rango constitucional, no se pueden modificar unilateralmente, y exponen al país a severas críticas y sanciones dentro del marco institucional que dichas convenciones internacionales establecen. La otra potente razón de cuestionamiento tiene que ver con la coyuntura internacional. En los hechos para México no hay un paralelo de oportunidad económica y de crecimiento como el nearshoring, una secuela que no se va a repetir probablemente en décadas y que sin embargo está siendo despreciada y quizá ya ahora enterrada para siempre por las nocivas decisiones que se están tomando. En los hechos, ante la oportunidad de potenciar el crecimiento y dar una oportunidad de real impacto en crecimiento salarial, de infraestructura, etc., se ha determinado que es mejor derrumbar la economía antes de no favorecer la caprichosa voluntad presidencial. Y entonces la gran pregunta es si este proceso es racional en función de la transición y la llegada de la nueva presidenta. No hay forma en que a ella le beneficie el ajuste de reglas fundamentales puesto que en los hechos le están dejando un batidillo. Tan estamos ante caprichos constitucionales que no han siquiera pensado o logrado definir la forma en que las definiciones constitucionales vean su despliegue en instrumentos legislativos secundarios serios. El capricho antes que la inteligencia.
Por eso nos atrevemos a decir sin empacho que vamos por el camino equivocado y que en esta ruta a la primera mujer presidenta del país se le está proponiendo arrancar su gobierno entre un gran desorden, efervescencia social, inestabilidad económica, y crítica internacional. Las razones por las cuales se haya optado por esta ruta al final del sexenio quizá solamente las conozca el presidente porque los demás de su equipo, incluyendo legisladores federales y locales, al parecer solamente les gusta seguir órdenes, aunque ello signifique el caos. Mal agüero y pésimas expectativas en que ni siquiera los adeptos radicales deben estar muy contentos con las perspectivas visibles. Y debemos decir que más allá de esperanzas ufanas, hasta esta fecha la presidenta ha aplaudido sin pausa y mandado señales de sumisión total. Parecería que no disputa el camino, por equivocado que resulte para su gobierno. Al tiempo. P.D.1. Triste es ver que en México hayamos sepultado la oportunidad del nearshoring. Estaremos viendo cómo se nos hará ver que se cometió un error del tamaño del brexit . No exagero y quizá el nuestro sea de consecuencias incluso más adversas. P.D.2. Aún hay esperanza de que en el equipo de transición haya alguien con sentido común para bien sea detener la destrucción en curso, o para prepararse a generar antídotos constitucionales, legislativos y/o regulatorios a la amarga medicina que suponen los distintos componentes del Plan C. P.D.3. Una buena noticia parece ser la trayectoria ascendente de la candidata demócrata en los Estados Unidos. De llegar ella a la Presidencia lograríamos que el diálogo entre nuestras dos naciones se fincare en decisiones de políticas públicas, respeto institucional, y orden legal. Nada de más populismo y arbitrariedades como lo sería con el Sr. Trump. ____ Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
]]>
Comentarios recientes