La noche es más oscura en Aguililla . Ubicado a casi 300 kilómetros de Morelia y atravesado por la Sierra Madre del Sur, el municipio es «el Badiraguato michoacano». De la forma en que esa tierra sinaloense se volvió famosa por ser la cuna de Joaquín Guzmán Loera y Rafael Caro Quintero, Aguililla se hizo relevante a nivel nacional e internacional por alojar entre sus carreteras el origen del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), pues fue justo ahí, en el poblado de Naranjo de Chila, donde nació Nemesio Oseguera Cervantes, más conocido como “El Mencho”, fundador y líder de la organización criminal por el que Estados Unidos ofrece una recompensa millonaria. Todavía no se asomaba el siglo XXI cuando Aguililla floreció, dicen los que lo vieron. Sus terrenos fértiles para la mariguana y la amapola permitieron que muchos de sus habitantes hicieran fortunas. Aún hoy se alcanzan a ver en sus poblados los restos de aquello. Casas de dos pisos con acabados de lujo, pero también restos de autos quemados, y ranchos, domicilios y comercios siniestrados por la violencia.

El clímax del 2021
«Siguen aquí»

Violencia de décadas que alcanzó su clímax en 2021. En plena pandemia, cuando al menos dos grupos de la delincuencia organizada se pelearon en sus caminos hasta matarse y destruir lo poco que había. Fue en mayo de 2021 cuando Nemesio Oseguera anunció en la plaza principal de Aguililla que había vuelto a su casa para quedarse. “Ya se acabó el sometimiento en que vivían”, le dijo a sus paisanos con una lona. Hasta antes de esa fecha, los que se encargaban de las extorsiones en el pueblo eran los integrantes de Cárteles Unidos, grupo criminal que se formó con lo que quedó de los Caballeros Templarios, la Familia Michoacana y demás células delictivas de la región. El anuncio se trató de un cambio de administración criminal. A partir de entonces, ellos, los del Cártel Jalisco, pondrían las reglas. Mientras el país entero se preocupaba por la vacunas contra el Covid-19, retenes narcos se instalaron en la vía que conecta a Aguililla de Apatzingán, la cuarta ciudad más grande Michoacán. Eso provocó que pobladores se quedaran aislados. Sin caminos, sin alimentos, sin luz, sin comunicaciones, sin acceso a hospitales. De un lado los Cárteles Unidos… y del otro, los de la Nueva Generación. En medio de ellos, los civiles. Y todo ocurrió ante la vista de elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), quienes condicionados por la política de “abrazos, no balazos”, no intervinieron. El control del grupo de “Mencho” se extendió durante meses. Sus integrantes patrullaron El Aguaje, Peña Colorada, Dos Aguas, El Limón, Naranjo de Chila y la cabecera municipal con desdén. Cubiertos de prendas que los identificaban como delincuentes –por llevar las siglas del CJNG-, impusieron sus leyes a bordo de vehículos blindados. Detenían a cualquier visitante que se desplazara por sus vías para preguntarle quién era y a dónde iba. Mala suerte del que no supiera responder. El “autogobierno” impuesto en Aguililla –mientras concluía el sexenio del perredista Silvano Aureoles Conejo– buscó extenderse a otros municipios. Comunidades enteras de Coalcomán, vecino de Aguililla, se vaciaron tras la incursión de “los jaliscos” –como les dicen a los miembros del CJNG en Tierra Caliente–. Lo mismo estuvo a punto de ocurrir en Tepalcatepec, pero ahí las autodefensas fundadas por José Manuel Mireles Valverde, arropadas por fuerzas federales, lograron contenerlos. Para finales de 2021, las calles de Aguililla se habían inundado de postales de muerte. Casas y establecimientos incendiados y marcados con las siglas del CJNG. Pobladores que buscaban refugio en la parroquia municipal. Otros que sólo encontraban seguridad huyendo a la frontera entre México y Estados Unidos. Pero fue justo en el atardecer de 2021 cuando autoridades federales y estatales, ya en ese momento encabezadas por Alfredo Ramírez Bedolla, decidieron actuar en la región. El párroco Gilberto Vergara se encargó durante meses de expedir salvoconductos para los pobladores que tocaban las puertas de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, a unos metros de la plaza principal de Aguililla. Esos documentos eran los que entregaban los desplazados al llegar a los límites de México y Estados Unidos. Ahí las autoridades decidían si los dejaban pasar o no. El religioso también realizó viajes entre el municipio y Apatzingán para sacar a los habitantes amenazados por el cárteles. Vio de principio a fin los enfrentamientos entre “los jaliscos” y sus adversarios, también presenció el ingreso del Ejército mexicano a la zona. “Ha habido cambios (entre 2021 y 2022). Los cambios son evidentes. Hay transporte público. Hay transitabilidad, por lo menos, aunque la carretera sigue en pésimas condiciones. Horrible, horrible, y el proyecto carretero sigue atorado, no se han dado pasos firmes en lo que se había prometido (la renovación de la vía Aguililla-Apatzingán). Por lo menos la presencia de la Guardia Nacional y de la policía militar ha asegurado que no haya bloqueos en la carretera como los teníamos antes”, relata el párroco en entrevista para Expansión Política . “Tampoco hay situaciones de peligro. No ha habido balaceras ni ese tipo de enfrentamientos. Siempre hay que decir una cosa: que no haya enfrentamientos o una situación de riesgo inminente, no quiere decir que estemos en paz, eso es obvio. Que no veamos a los armados como los veíamos antes, no quiere decir que se hayan extinguido. Eso hay que apuntarlo. A veces no les gusta escucharlo, pero una cosa es que no sea evidente y otra es que no esté presente”, agrega. En octubre de 2021, Luis Cresencio Sandoval, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, anunció que 4,402 elementos de su corporación, 4,990 integrantes de la Guardia Nacional y 7,500 policías operativos se encargarían de llevar a cabo acciones de seguridad en Michoacán; Aguililla, la tierra de “Mencho”, fue el sitio elegido como objetivo prioritario por parte de las corporaciones. De acuerdo con información oficial, 2,080 elementos del Ejército, 152 elementos de la Guardia Nacional y seis helicópteros de la Fuerza Aérea Mexicana intervinieron sólo en Aguililla. Con las acciones mencionadas se logró que uno de los grupos delictivos, el Cártel Jalisco, hiciera un retroceso hacía los límites con el estado del mismo nombre, apuntó Cresencio Sandoval en ese momento. En medios de comunicación nacionales y extranjeros se difundieron imágenes de miles de militares tomando el control del municipio michoacano. “Es obvio que con la presencia militar tenían que cambiar algunas cosas. Hay retenes, puntos de revisión. Al haber hecho eso, a los mismo grupos les da pie a que se muevan de otra manera. Están replegados, pero siguen estando presentes, siguen pidiendo cuotas en algunos lugares, siguen teniendo sus partes, lo que acostumbraban. Es difícil que alguien que se acostumbró de vivir de quitarle a los demás, deje de hacerlo”, dice el párroco Gilberto Vergara. Actualmente, los choferes de las «combis» cobran entre 120 y 130 pesos por el viaje de Apatzingán a Aguililla. Las corridas inician al amanecer y concluyen antes de que oscurezca. Los pobladores se trasladan de un municipio a otro para comparar alimentos y medicamentos. Si bien la vía fue reabierta, las empresas dedicadas a la comida aún no hacen desplazamientos hasta Aguililla. “Es difícil para los comerciantes, sigue siendo difícil para los ganaderos. Esas ramas económicas siguen estando limitadas. Ya tenemos el Banco del Bienestar construido, pero no operando. Está Telecom, que nunca ha dejado de funcionar. No hay dinero porque empresas no pueden surtir. No hay camiones de valores que puedan surtir. Entonces el problema persiste”, relata el párroco.

La muerte del alcalde César Arturo Valencia
Aguililla, hoy

Después de que el Gobierno de México presentara el Plan de Apoyo Michoacán, funcionarios iniciaron en Aguililla una estrategia para lograr la reconstrucción del tejido social. Se planeó hacer talleres con los jóvenes de la región e invitarlos, a través de programas, a aportar al municipio. Arrebatárselos a los delincuentes era el objetivo, como lo ha repetido el presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, si bien las pláticas en la región avanzaron y también las mesas de trabajo, el 10 de marzo de 2022 –cuando se supone que la Sedena ya tenía control de Aguililla–, César Arturo Valencia Caballero, el alcalde del municipio, fue asesinado a tiros. César se había convertido en el alcalde el 1 de septiembre de 2021, luego de competir abanderado por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). René Cervantes, su asesor, también fue asesinado en marzo de 2022. Tras el crimen, María de Jesús Montes Mendoza fue designada como alcaldesa sustituta. “Los planes de reconstrucción del tejido social, los planes a largo plazo, se detuvieron con la muerte del presidente. Apenas habíamos empezado a retomar el camino, estaban viniendo los funcionarios nuevamente, y en la segunda venida de los funcionarios, prácticamente en la cara de todos, matan al presidente y matan a su asesor. Todo se congeló. No han vuelto a venir los funcionarios públicos. Ningún programa que intente reconstruir el tejido social se ha podido llevar a cabo”, cuenta el párroco Gilberto Vergara desde la Parroquia de Aguililla. “La muerte de César evidenció muchas cosas. No es sencillo pensar que un crimen de ese tamaño suceda cuando está el personal militar en su máximo esplendor. Fue muy bien pensado, un golpe certero que desestabilizó a todos”, añade el religioso. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) no cuenta o no muestra los datos recientes sobre incidencia criminal en el municipio de Aguililla. La última información es del ya lejano 2017. Sin embargo, en ese año ya existían “cifras negras” lo que ocurría en la región. Sólo se reportó, en 12 meses, un homicidio. Tras cumplir más de un año al frente del Gobierno de Michoacán, Ramírez Bedolla presumió en 2022 la reducción del número de homicidios en la entidad. De acuerdo con datos oficiales, en 2021 se registraron 2,233 homicidios dolosos en el estado, mientras que en 2022 se redujeron a 1,969. Los retenes narcos fueron sustituidos por puntos de control de la Guardia Nacional en Aguililla, aún pueden verse en sus caminos a jóvenes armados portando chalecos con las siglas de los grupos criminales. En El Aguaje, por ejemplo, civiles que se identifican como policías amenazan y revisan a los visitantes, arropados con el argumento de que en Aguililla “hay gobierno”. Las cosas cambiaron entre 2021 y 2023 en la región, sin embargo, el contexto violento se mantiene. Apenas el viernes 20 de enero, un grupo armado de presuntos integrantes del Cártel Jalisco emboscó a un convoy de militares en la localidad de Barranca Seca, municipio de Coalcomán, Michoacán, en los límites con Aguililla. El comandante del 65 Batallón de Infantería, Héctor Miguel Vargas Carrillo, murió durante el ataque. Políticos de oposición volvieron a criticar la estrategia de seguridad de Andrés Manuel López Obrador tras los hechos. “Hay una gran diferencia entre control y presencia. Están presentes (los militares), pero de eso a que tengan control falta mucho. No es nada más: ˈya lleguéˈ. Es tener en las manos las riendas del municipio. Elementos del Ejército han ayudado en escuelas, en jornadas de trabajo, desde que entraron. No somos enemigos, pero aún no somos amigos. Llegaron desconfiando de nosotros (los habitantes de Aguililla), pero al final todos queremos lo mismo”, dice el párroco Gilberto Vergara. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020 -antes de la guerra-, en Aguililla había 14,754 habitantes. Tras los desplazamientos forzados, hoy no se sabe oficialmente cuántas personas hay en el municipio, donde al menos el 20% de la población se encuentra en pobreza extrema, según el Coneval. “Es importante el siguiente paso en Aguililla, no sólo es importante que no haya guerra, sino que la paz se construya. Ese es el paso que no hemos podido dar. Se tiene que dar, se tiene que construir la paz, no es un movimiento militar, es un movimiento del pueblo. Debemos comprometernos a crear condiciones de justicia y paz”, dice el religioso entrevistado. Un estudio del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) reveló que en 2022, el Cártel Jalisco tenía presencia en al menos 23 entidades mexicanas. En cada territorio en el que se encuentra se le vincula con matanzas y otros crímenes derivados de las disputas que mantiene con otros cárteles.

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