El debate de hace unos días entre la candidata del Partido Demócrata y el representante del Partido Republicano representa el regreso de una competencia que antes de la declinación Joe Biden, parecía decantarse irremediablemente hacia Donald Trump, con todas las graves implicaciones de un proyecto político perfectamente conocido en todo el sistema de naciones. El debate del pasado martes confrontó a una Kamala Harris segura, consistente, armoniosa en su narrativa y poderosa en su polémica con Trump. La competencia gestual, dominada en años previos por el republicano, fue arrebatada por Harris. El orden de la agenda fue marcado por la demócrata y Trump, como pocas veces, se vio inseguro, reactivo, previsible. La batalla de las narrativas fue claramente ganada por la candidata demócrata.

No se trata de la novedad Harris. La demócrata ha identificado ciertos espacios, poblaciones, sectores, en los cuales las exageraciones, las mentiras de Trump ya empiezan a ser motivo de hartazgo. Los altos niveles de violencia, balaceras y asesinatos, aunado a los discursos incendiarios del republicano, comienzan a crear la necesidad de acudir a los discursos que llamen a la calma, a la paz, a la conciliación y en ese terreno Kamala Harris juega en un terreno fértil en el cual es idónea su personalidad. Con la llegada de la demócrata a la candidatura presidencial, muchos procesos comienzan a cambiar, entre otros: el grave trasvase de votos demócratas y de minorías como la latina, hacia el Partido Republicano; la sensación de la victoria de Trump como un hecho consumado y la imagen de una competencia entre un incendiario y un anciano sin facultades para competir. Ahora, parece voltearse la dinámica y la juventud parece ser representada por Kamala Harris. Por supuesto el debate de este martes no es decisivo. Las bases republicanas y el poder del trumpismo es evidente. Sin embargo, si el republicano quiere ganar debe relanzar su estrategia y reconocer que la campaña de las verdades paralelas se está agotando y que deberá, más allá de sus deseos, ofertar una estrategia más asociada a la realidad. En este proceso, la demócrata se ha apropiado de la agenda y por ello Trump deberá, contra su propia naturaleza, dejar de ser menos Trump.

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