uando Lionel Messi levantó la Copa del Mundo, la delantera japonesa Ichika Egashira armó las valijas y se subió a un avión rumbo al otro lado del planeta para jugar en el país natal de su ídolo.
No hablaba español, llegaba a una cultura completamente diferente a la suya y desconocía la liga femenina de Argentina. Pese a todo, anotó diez goles en la temporada 2023 para Excursionistas y fue contratada por River Plate, un gigante del fútbol sudamericano, para el torneo Apertura 2024 que arrancó el pasado fin de semana.
Egashira — la primera futbolista profesional de Japón que debutó en la liga argentina — es parte de un fenómeno creciente de extranjeras que nutren a los clubes de primera división local, atraídas no tanto por el dinero sino por sus grandes futbolistas y una hinchada apasionada.
“Más que nada me gusta la pasión del fútbol, están locos. En Japón no es así”, dijo Egashira en un español con acento local que aprendió tras tomar clases. “Me gustaba el fútbol argentino y encima soy fanática de Messi. Quería jugar en Argentina, pero no tenía idea de su fútbol femenino”, admitió durante una reciente entrevista con The Associated Press en una de las canchas de entrenamiento del club millonario
Unas 45 futbolistas extranjeras fueron inscritas para el torneo argentino, procedentes de Japón, Francia, Estados Unidos, México y Colombia, entre otras. Cada uno de los 18 equipos participantes pueden incorporar hasta seis extranjeras y alistar a cuatro por partido, una más que en 2023.
Como precursora, Egashira reveló que varias compatriotas la contactaron y ella les recomendó la experiencia, pese a que el nivel de la liga argentina es inferior a Japón, una potencia del fútbol femenino. “Acá en Argentina el fútbol tiene mucho más potencial. Las jugadoras salen natural. Me encanta. Un poco menos que Japón, pero hay mucha posibilidad”, indicó la delantera de 21 años.
Sobre el filo del cierre de pases, Boca Juniors incorporó a la mediocampista japonesa Yuria Sasaki, de 20 años, procedente del Essedon Royals de Australia.
En un hecho histórico, las dos japonesas debutaron oficialmente para sus nuevos equipos en el superclásico River-Boca por la primera fecha de la liga que se profesionalizó en 2019. Las boquenses, últimas campeonas, se impusieron 2-0.
A diferencia de su compatriota de River, Sasaki ya había tomado contacto con el fútbol argentino de pequeña cuando entrenó en la escuela de formación que abrió Boca Juniors en Tokio. “Era la única mujer, me enseñaron a jugar al fútbol”, dijo en inglés a AP días después del partido.
“Es una cultura muy diferente a Japón, pero puedo adaptarme”, indicó la mediocampista. “Mi sueño es ganar la liga y la Copa Libertadores, soy una fanática de Boca Juniors 100%”.
El mejor resultado del equipo femenino de Boca en el certamen continental fue el subcampeonato en 2022. El torneo ha estado dominado por clubes brasileños y colombianos.
La extremo Fuko Takahashi de Gimnasia La Plata y Runa Watanabe de Ferrocarril Oeste son las otras japonesas recién llegadas al fútbol argentino. Ninguna de las cuatro registra partidos con la selección de su país.
Un país con una de las peores cifras de inflación —en febrero marcó una variación interanual de 276,2%—, una moneda devaluada y fuertes restricciones a las operaciones en dólares no parece un destino atractivo para una futbolista extranjera. Además, la liga femenina ofrece contratos muy por debajo de lo que cobran sus pares hombres.
Pero ellas no vienen por el dinero.
“Lo económico no, sino jugar en Argentina al fútbol”, explicó el manager Fernando Moya, representante de Egashira, Takahashi y Watanabe. “Es una palabra muy grande el fútbol argentino en el mundo y ellas lo saben. Las tres están muy contentas. Ven que hay una posibilidad de desarrollo, ven que está progresando y eso nos alienta a nosotros a seguir trayendo chicas. Hay un interés real».
La extremo francesa Eponine Howarth ya se acostumbró a que al escuchar su acento le recuerden la derrota de Les Bleus ante Argentina en la final del Mundial de Qatar.
“Todos los días», comenta con resignación “Epo”, como la apodan sus compañeras de Ferrocarril Oeste, en el barrio Caballito de Buenos Aires. «Hoy, lo escuché en el vestuario. No me afecta tanto, Francia ganó la de antes y como somos un pueblo muy generoso, ahora le tocaba a otro país, ja, ja”, bromeó.
Sin rencores, agradece que Argentina le dio la posibilidad de regresar al fútbol que había abandonado para priorizar sus estudios de abogada e investigadora social en Inglaterra, justo cuando se estaba entrenando con Crystal Palace. Previamente, había jugado en la primera división de Bélgica y en ligas universitarias.
“En este momento el fútbol viene primero. Nunca había sido el caso. Ahora sí me puedo dedicar 100% al fútbol”, enfatizó Howarth de 27 años, quien entrena por las mañanas y trabaja en un proyecto de investigación académica por las tardes. “Espero poder ayudar al equipo marcando goles y afuera de la cancha también ayudar a mis compañeras. Y colaborar con desarrollo del fútbol femenino”.
También editora de una revista cultural, Howarth admira al fútbol argentino como “fenómeno social”.
“Lo que me sorprende es que la gente lo da todo por el fútbol, quizás no tienen mucho, pero escuché historias de gente que vendió su automóvil para ver la final de la Copa Libertadores en Brasil (entre Boca Juniors y el local Fluminense en 2023). Hacen todo por el fútbol», expresó.
Todos los equipos de primera división de Argentina tienen al menos una jugadora foránea. Sobre el total de extranjeras, Uruguay es el país con mayor representación con 14, seguido por Paraguay (11) y Colombia (5).
“Hoy económicamente a los clubes les conviene traer jugadoras extranjeras porque no arreglan por tanto salario, pero sí por un departamento y comida. Quizás la argentina pide cobrar mucho más”, dijo el técnico Franco Bertera, quien dirige a la francesa Howarth, a la japonesa Watanabe y a las paraguayas Alicia Rojas y Daniela Pereira en Ferro.
San Luis FC, que debuta este año en primera división, es uno de los equipos con más extranjeras: la venezolana Kimberlyn Campos; la arquera mexicana Ivette Alvarado y las mediocampistas Crisely Pavón (Estados Unidos) y Nikol Laurnaga (Uruguay).
“Las extranjeras le dan una vida al grupo, distinta. Esa curiosidad, el intercambio de cultura, suman mucho desde ese lado», valoró el entrenador Bertera. «Enseguida las tratan de integrar, se juntan a cocinar algo del otro país. Los argentinos son abiertos con los extranjeros y eso les gusta”.
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La fotoperiodista Natacha Pisarenko en Buenos Aires contribuyó para esta historia.
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