¡Cuánto tiempo aterrorizaron por todos lados los ‘narcojuniors’! Esos chamacos que pensaban que eran intocables, como si tuvieran la capa de Harry Potter. Crearon durante los años -desde los 80s y 90s- una cultura sumamente tóxica. ¿Quiénes son? Pues los herederos de los capos que se creían los reyes del país y del mundo, paseando en sus Lamborghinis y viviendo la vida como si fuera un episodio de la serie Narcos ; abrazados de boxeadores, celebridades mundiales, presumiendo sus costosísimas ropas. Pero ¡zas!, la vida no es siempre de color verde… billete.

La inquietante trama del “Menchito” “El Ratón”: traiciones, fentanilo y miopía

Resulta que poco a poco, el castillo de naipes se les ha venido abajo. De héroes de TikTok con fiestas interminables y fuentes de champaña, pasaron a ser los chismosos del barrio. ¡Sí! Los juniors más connotados ahora andan confesando todo a las autoridades estadounidenses, como si fueran esos amigos que te echaban de cabeza cuando llegabas tarde de la fiesta. ¿Cómo fue esto? Pues cuando papá capo ya no pudo protegerlos y la cosa se puso dura, estos “intocables” se convirtieron en soplones profesionales. Ahora en Estados Unidos se esconden más que el Wi-Fi gratis, porque la DEA anda más encima que la tía que te pregunta por el novio en Navidad. ¡Qué ironía! De dueños de la vida a ser los que corren por el queso como ratones. Esto parece más una telenovela que un proceso legal. Rubén Oseguera González, alias “El Menchito”, es como ese hijo de villano que siempre intenta ser tan malo como su papá, pero no le sale tan bien. Resulta que su papá fue el fundador y jefe absoluto del temido y poderoso Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), así que el “Menchito” quería seguirle los pasos. Algo así como un Darth Vader con una calculadora porque el tipo era bueno para los números, pero no tanto para la acción. En vez de volverse el próximo “Scarface”, acabó arrestado y extraditado a Estados Unidos en 2020. Ahí es donde empieza el show: en lugar de salir en redes sociales presumiendo lujos, terminó en una corte estadounidense con más cargos que las tarjetas de crédito en diciembre. Lo acusaron de tráfico de drogas, armas y hasta de ser el mánager de su propia “empresa criminal”. Pero lo gracioso es que “El Menchito” intentó hacer su defensa como si fuera el protagonista de una película, diciendo que no sabía nada y que todo era un malentendido, como si las toneladas de droga fueran error de paquetería. El juicio de Rubén Oseguera está mostrando una ruptura en la lealtad y el código de silencio que solían mantener las familias de los grandes capos. En los últimos días, varios ex miembros del cártel, incluyendo su propio tío, han testificado en su contra, lo que ha sido un gran golpe para su defensa. Y su juicio apenas está comenzando. Sus abogados han prometido que Oseguera “lo dirá todo”, sin importar amistades o nexos familiares, lo que tiene muy nerviosos a personajes sumamente poderosos. Otro de los ‘narcojuniors’ que decidió «cooperar» con las autoridades gringas es Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín «El Chapo» Guzmán. El 15 de septiembre de 2023, el polémico Ovidio, también conocido como «El Ratón», fue extraditado a Estados Unidos, directo a Chicago. Tres días después de su llegada, «El Ratón» se plantó en su primera audiencia, donde se declaró «no culpable» de cinco cargos. ¡Vaya sorpresa! Porque claro, uno siempre dice: «no fue mi culpa», cuando lo agarran con las manos en la masa… o en este caso, con decenas de toneladas de fentanilo. Además de los cargos, Ovidio no la estaba pasando muy bien en prisión: él mismo aseguraba sufrir miopía, gastritis aguda, ansiedad y depresión. En julio de 2024, Ovidio dejó el Centro Correccional de Chicago y, desde entonces, nadie sabe dónde está. Algunos dicen que entró al programa de testigos protegidos, pero como todo buen chisme, las autoridades de Estados Unidos no han confirmado nada, sembrando cada vez más la duda de cómo maneja la DEA las alianzas con narcos mexicanos y estadounidenses. Mientras tanto, Ovidio sigue enfrentando -a distancia- cargos en Illinois y Nueva York por tráfico de fentanilo y otros delitos. Pero para lograr su acto de desaparición, parece que «El Ratón» le dio vuelta a quien fuera el mejor amigo de su padre, Ismael «El Mayo» Zambada, que junto a su hermano, planearon y ejecutaron entregarlo, en una de las deslealtades y puñaladas por la espalda más arteras que se conozca en la historia del bajo mundo criminal mexicano. Esto ha desatado una auténtica batalla campal en Sinaloa, donde todo lo que tenga el más mínimo olor a Chapo Guzmán está siendo borrado del mapa. El caos y el terror se han esparcido por todo el territorio, como si fuera un reality show infernal, solo que aquí no hay ni premio ni final feliz.

¿Un cambio generacional?

De los 10 hijos de «El Chapo» Guzmán, algunos, como Alejandrina Guzmán, han evitado involucrarse en el narcotráfico y se dedican a negocios legítimos, aunque es difícil saber cuántos están completamente alejados de ese mundo; se asegura que ya solo quedan dos “chapitos” en la narcomilicia: Iván Archivaldo y Jesús Alfredo. Los casos anteriormente narrados nos enseñan que, aunque los hijos de capos crecieron rodeados de lujos y privilegios, tarde o temprano los tribunales internacionales llegan a tocarles la puerta. Moraleja: no importa cuántos Lamborghinis tengas en el garaje, si decides meterte en el inframundo del crimen, las consecuencias te alcanzan, aunque tus papás hayan sido unos expertos en esquivar a la justicia por años. La droga solo te da dos boletos: uno al más allá y el otro a la cárcel, pero siempre tienes la oportunidad de hacer swipe a la izquierda y decir “¡No, gracias!” antes de subirte a ese tren. Quizá toda esta reestructura y las consecuencias a la vista ayuden para acabar con ese capítulo de la narcocultura y, ahora, los hijos de los criminales decidan cambiar el rumbo de sus apellidos. ____ Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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