El partido fundado por López Obrador ha entrado en una etapa de institucionalización que lo convertirá en la maquinaria electoral más importante del país y le garantizará triunfos en por lo menos los dos siguientes comicios, la elección intermedia de 2027 y la presidencial de 2030. No hay duda de que Morena está construyendo una estructura sin precedentes que sólo puede ser comparable con la que existía en tiempos del PRI hegemónico, con la diferencia de que la está logrando en condiciones de pluralidad y fragmentación política en lo local.

Los esfuerzos los encabeza la presidenta nacional del partido, Luisa María Alcalde, pero no es casualidad que quien está al frente de la cartera de Organización del partido sea justamente el hijo del creador, Andrés Manuel López Beltrán. Sus funciones le permiten controlar las estructuras del partido, tener bajo su dominio el padrón de afiliaciones y electores, así como la definición de candidaturas y la generación de comités. Se pueden apreciar por lo menos dos etapas importantes que se han venido impulsando a partir del triunfo electoral de la presidenta Sheinbaum: el incremento en el número de la militancia y la integración de comités seccionales. Se propuso primero una afiliación masiva con el propósito de alcanzar las 10 millones de afiliaciones. La campaña nacional “Somos millones” reportaba al 8 de julio de 2025 siete millones de registros. Considerando que arrancó el 27 de enero, habría logrado un promedio de 43,209 personas afiliadas por día. Un verdadero récord en tiempos en los que los partidos a nivel global adolecen de falta de interés por ser parte de sus filas. Una vez conseguido lo anterior, ahora el desafío es conformar 71,541 comités seccionales en todo el país. Para hacerlo, se desarrollan asambleas domingo a domingo desde el 17 de agosto y hasta el 25 de enero de 2026 para nombrar una mesa directiva que estará integrada por una presidencia y una secretaria que durarán tres años en el encargo. Esta mesa será acompañada por un coordinador operativo territorial y un mentor. Se trata finalmente de un anhelo del líder fundador que está por cumplirse tras por lo menos 20 años de actividad política. En su discurso del 5 de junio de 2011, López Obrador aseguró que contaba con el respaldo de un millón 300,000 “protagonistas del cambio verdadero”. Esperaba que fueran 4 millones en diciembre de ese año y hasta 20 millones en las elecciones presidenciales de 2012. Perdió, como se sabe, los comicios, pero al parecer no el impulso que hoy le llevaría a su instituto político a tener una millonaria militancia. Ese mismo día se planteó como objetivo seguir trabajando “intensamente en la organización del pueblo”. Por aquellos años, México se dividía en 65 mil secciones electorales, AMLO aseguraba que su movimiento ya contaba con un comité en 31,000 secciones, es decir, en el 48%. Previo a las elecciones de 2027, Morena seguramente superará ese porcentaje y podría estar cerca de cubrir bajo ese esquema por lo menos un 90% del territorio. Es difícil pensar en un partido de oposición que esté siquiera cerca de obtener algo parecido a la estructura con la que competirá el oficialismo. El PRI mantiene una estructura heredada constreñida a algunos territorios y con una tendencia a la dispersión; el PAN mantiene su tendencia histórica a comportarse como un partido de cuadros y cuenta apenas con las afiliaciones mínimas para no perder el registro, y Movimiento Ciudadano no tiene más opción que apostar al marketing, que puede atraer adeptos musicalizados, pero que no garantiza una organización vigorosa. ¿Qué tipo de partido es Morena? ¿Cuáles serán sus alcances en el mediano y largo plazo? Desde la academia se criticó por mucho tiempo que se trataba de una organización política que carecía de institucionalización. A tal punto, que muchos especialistas se decían sorprendidos de que incluso con esa falencia fuera un partido con un muy exitoso rendimiento electoral. Habrá que discutir, sin duda, sobre nuevas categorías, que apliquen no sólo a los partidos mexicanos, sino por lo menos a los que surgen en América Latina. Lo cierto es que, por lo pronto, Morena se afianza como el partido más relevante en México. Un trabuco político –ya no un movimiento desinstitucionalizado ni desestructurado– cuya única amenaza visible y real se encuentra en su interior, en la posibilidad de fisuras y fracturas en el contexto de los procesos previos a la liza electoral. Afuera, los detractores siguen luciendo endebles.

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