¿Qué es el futuro y qué es la Inteligencia Artificial (IA)? ¿De dónde proviene este abstractismo repleto de un lenguaje aparentemente incomprensible, poblado de palabras nuevas que a diario utilizamos en la búsqueda de replicar significados? Palabras aisladas o compuestas; anglicismos; términos matemáticos: machine learning , algoritmo, inteligencia artificial, metaverso. Otros son, más bien, conceptos, como el Internet de las cosas. Hay también dimensiones cognitivas, como la realidad virtual o aumentada, así como identidades construidas y deconstruidas a través del anonimato que nos otorga el avatar.
El año llega a su fin y, con él, los testimonios relucientes de la arrolladora opulencia de una digitalización global que demostró poder por encima de la ley doméstica. Termina el 2025, año en que se reafirmó el uso de la IA como instrumento político. Aquel en el que fungió como traductor mecánico y comenzó por diseminar discursos dirigidos a un antagonismo definido: los migrantes, las llamadas minorías que cada vez son más, los de fuera. ¿Dónde quedó el medio en la comunicación? El 2025 terminó de demostrar que la IA se ha convertido en aliado político, utilizado para fabricar mensajes dirigidos al otro. Más que una polarización social —evidente desde hace ya tiempo—, se trata de un separatismo aceptado y consensuado, un arbitraje masivo de mensajes en aras de delimitar la terra nostra . Un artificio inteligente utilizado para referirse al otro, directa e inescrupulosamente. Las campañas políticas pasan hoy por un proceso de automatización que facilita la manufactura y entrega de mensajes. Hoy por hoy, la comunicación global, digital, puede prescindir de leyes regulatorias, más aún de alguna regulación a nivel federal. Lo vimos durante el primer trimestre del año con la figura trajeada de Kristi Noem, Secretaria de Seguridad Nacional de Estados unidos. La ex-gobernadora de Dakota del Sur entre 2019 y 2025 comenzó aparecer en la pantalla de Youtube Latinoamérica. Se posó frente a una cámara, con una pantalla verde detrás en la que, con la más mínima producción audiovisual, empezó a correr un carrusel fotográfico de personas arrestadas, al igual que el despliegue terrestre, marítimo y aéreo de las tropas norteamericanas y un Donald Trump de simbólica corbata roja anudada, desplantando frontal y ralentizadamente para subir a un helicóptero militar aparcado en el backyard de la Casa Blanca. El mensaje: claro, conciso y directo; “el viaje es peligroso y al final los atraparemos y los enviaremos de regreso”. En el video, la funcionaria republicana asegura que durante el gobierno de Trump más de 100,000 inmigrantes ilegales han sido arrestados y que las tropas continuarán custodiando las fronteras. A su vez promociona la aplicación CBP home que invita a las personas indocumentadas a registrar su intención voluntaria de regresar a su país de origen a cambio de prometido incentivo de 1,000 dólares para facilitar el traslado, monto concedido una vez fuera del país. El Economista apunta que, además de circular durante meses en Youtube, “el spot se suma a una campaña previa difundida semanas atrás durante transmisiones deportivas en la televisión abierta mexicana”, resultando en una simbiosis público-privada que penetró en los hogares de los mexicanos de manera análoga y digital, esparciendo un mensaje de Noem advirtiendo en un castellano robótico, no solo del riesgo mortal de migrar, sino también de la recompensa en la auto deportación, accesible mediante el código QR aparecido en pantalla para descargar la app de CBP. Más allá de una dicotomía antagónica y hostil, el mensaje fue mordazmente claro y los binarios aclarados: “Si eres un criminal extranjero que está pensando en entrar ilegalmente a los Estados Unidos, ni lo pienses”, agrega Noem, “No eres bienvenido”, sentenciando el claro mensaje de persecución con el que Trump comenzó su segundo mandato, desplegando masivamente el discurso ideológico y la acción física mediante un reclutamiento ciudadano e insaciable de ICE que paralelamente continúa acechando por tierra. Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum denunció en su momento el desacato de la Ley Federal de Telecomunicación que prohibía (cuando existía) la propaganda extranjera, la cual, cabe resaltar la intención publicitaria a través del lema: patrocinado por el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos como marca de agua en el video, reforzando un marketing de estado transnacional. La presidenta mexicana formalizó la inconformidad de los mensajes que adjudicó como discriminatorios y humanamente indignos, apoyando, a su vez, la intención del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) –el cual AMLO admitió desconocer y buscó disolver en 2020–, en pedir a medios retirar el spot. Igualmente anunció que enviaría al Congreso una iniciativa para prohibir la transmisión de propaganda extranjera en la infraestructura local. Paradójica, cínica u oportunamente–o todas las anteriores–, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, organismo autónomo que por más de una década reguló los medios de comunicación, fue oficialmente eliminado el 17 de octubre de este año. Igualmente, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) había dejado de operar en marzo, concentrando entonces las funciones al propio poder Ejecutivo. Se pide más regulación –se reprueba el acceso de propaganda extranjera y se busca proteger la soberanía informática mediante un nuevo orden mediático – al mismo tiempo que se desmantelan los órganos autónomos diseñados para regular, arbitrar y limitar un poder de libre apropiación gubernamental.
¿Cuál es, entonces, el beneficio de la compresión de información y la automatización del mensaje? ¿Cuánta inteligencia puede haber en replicar el lenguaje en función estricta al código?; mera traducción sin contexto para desplazar culturas y delimitar fronteras. El resultado es una regulación sin arbitraje independiente: la norma existe, pero su aplicación queda más cerca del poder político que del acceso social. La adoración a lo meta , como hipótesis de una civilización digital agigantada, termina por ser un simbolismo de progreso inentendible, difuso. Más que convergencia, los medios de masas han demostrado con frecuencia una plausible desintegración tras el intento de unir canal, lenguaje y entorno. La aldea global, como la vio McLuhan, parece convertirse en una megalópolis confusa, repleta de información que, más que acortar, acrecienta las distancias y fragmenta el ecosistema que cada vez parece mediar menos y comunicar más. ____ Nota del editor: Patricio Acevedo Vinci es profesor del Tecnológico de Monterrey, maestro en estudios de medios por parte de la universidad Eötvös Loránd de Budapest. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
]]>
Comentarios recientes