Estamos frente a una realidad en la que la verdad ya no es la verdad y la ley ya no es la ley. Probablemente no nos queremos dar cuenta, nos cuesta trabajo verlo, pues llevamos años en el que los otros datos y las mañaneras se convierten en el mandato absoluto que distorsiona cualquier realidad. Desde hace algunos años vivimos en el complejo camino de determinar qué es lo verdadero y qué no lo es. Desde el gobierno siempre salen otros datos, esos en los que el país va maravilloso, la economía mejor que nunca, el sistema de salud es de vanguardia y el educativo no tiene ninguna falla. La verdad que nos cuentan es la de un México que vive sus mejores tiempos, aunque en el día a día no se sientan.
La realidad en la que la inseguridad manda, la extorsión es la regla, la informalidad y el engaño el modo de vivir, la gasolina sube, los precios son impactados por el alza del dólar y la inflación aumenta es ignorada. Vivimos en los tiempos en los que la ley ya no es la ley, ya no existe esta norma suprema que todo mundo respeta. Las reglas son relativas, pues regresamos al país del obedézcase pero no se cumpla, en el cual el cumplimiento de la ley es opcional para los aliados y mandatorio para los contrarios. Los últimos meses han sido un gran caos, los poderes enfrentados, ninguno dispuesto a cumplir las determinaciones del otro, los tribunales entregados, las autoridades sin autoridad, pero no siguen diciendo que todo va a salir bien y que no hay ningun problema. Es una crisis silensiosa porque no la vemos tan claramente en nuestro bolsillo, porque nos dicen que todo va bien y el país camina; sin embargo, el Estado de Derecho está roto, la ley se cumple a contentillo y la verdad se cuenta a modo. Nos estamos acostumbrando a que nos gobiernen a partir de la mentira y al margen de la ley. Estamos frente a una crisis que no es económica, todavía; tampoco es política, pues hay un férreo control de las institucuiones y una mayoría aplastante que puede hacer casi cualquier cosa, pero sí estamos ante una crisis de Estado que impacta en lo cultural y en lo social, en los valores y en el entendimiento de lo que implica vivir en un país democrático y en un Estado de Derecho, con libertades y garantías. El deterioro ha sido paulatino, aunque cada vez más acelerado. Hoy el Poder Judicial está dividido entre quienes apoyan la reforma con más resignación que convicción y quienes la rechazan e incluso combaten. También está disminuido, sus determinaciones parecen ser letra muerta, no son atendidas por los otros poderes, ni siquiera por las autoridades que se dicen autónomas. En el Legislativo no hay contrapesos.
Aunque la oposición es una minoría convertida en un testigo presencial, entre la mayoría no existe la mínima autocrítica, y cuando alguien llega a alzar la voz se le señala como traidor. Mientras en el Ejecutivo la era de la posverdad los ha alcanzado, los otros datos imperan y la realidad se esconde. Esta es la crisis silenciosa que estamos viviendo y que se ha ido agravando. ____ Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.
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