En un país que lleva seis años oyendo que “primero los pobres”, hay una parte de la sociedad que dejó de sentirse escuchada: la clase media. Ese espacio simbólico que alguna vez representó progreso, estabilidad y mérito, hoy habita una especie de limbo narrativo. No es objeto de atención política, ni motivo de empatía social. Es, paradójicamente, el grupo que más trabaja, más paga y menos se siente representado.

Un vacío que las marcas también deben entender

El reciente episodio en torno a Ricardo Salinas Pliego —su discurso de cumpleaños al estilo Milei y la posibilidad de una candidatura presidencial— no puede entenderse solo como excentricidad empresarial o provocación mediática. Representa algo más profundo: la erosión de un relato común. En un entorno de polarización y desconfianza institucional, figuras disruptivas encuentran terreno fértil entre quienes viven la fatiga del esfuerzo constante y la sensación de abandono. Según el Monitor de Humor Social México 2025 , elaborado por Quiddity , 81% de los mexicanos mantiene esperanza en el futuro inmediato, pero ese optimismo se fragmenta con la edad: mientras los jóvenes se mueven por ambición, los adultos de clase media la canalizan “en lo simbólico más que en lo fáctico”. Dicho de otro modo, creen en sí mismos, pero ya no en las instituciones. El mismo estudio revela un dato que debería encender alarmas: 57% de los encuestados identifica la inseguridad y la corrupción como los principales males del país y más del 70% desconfía del Poder Judicial, Legislativo y Ejecutivo . Solo uno de cada cinco mexicanos confía en las empresas , y menos del 12% en las marcas. El resultado es una ciudadanía replegada: que confía casi exclusivamente en su familia, que no espera contención institucional y que vive bajo una “vigilancia emocional permanente”. L a ansiedad y el cansancio son las emociones más presentes en la vida de los mexicanos , con un crecimiento sostenido respecto a 2023. En ese contexto, no sorprende que un discurso como el de Salinas Pliego —beligerante, irreverente, antipolíticos (gobiernícolas, como él les llama) y autoproclamado de “sentido común”— encuentre eco emocional. No porque la clase media mexicana sea ideológicamente de derecha, sino porque necesita ser reconocida . Cuando el gobierno la ignora y las élites políticas la subestiman, la provocación se vuelve una forma de pertenencia y de potencial movilización. El populismo contemporáneo no necesita plazas ni mítines; le basta con un clip de 45 segundos y un público digital saturado. El algoritmo amplifica el enojo porque el enojo retiene la atención. En un país donde 72% de las personas teme no distinguir entre información real y falsa (Quiddity, 2025), las emociones pesan más que los datos y el sarcasmo tiene más impacto que los argumentos. La paradoja es que el mismo sistema informativo que durante décadas amplificó a las élites, hoy produce sus propios antagonistas. Salinas Pliego no habla desde fuera del poder, sino desde su otra cara: la del empresario que comprende que el “rating político” se gana no en debates, sino en trending topics. En un entorno de esperanza fragmentada, desconfianza institucional y ansiedad social , el riesgo para las empresas es creer que basta con comunicar “neutralidad”. No hay neutralidad posible cuando el ciudadano se siente solo. El desafío reputacional no está en evitar temas divisivos, sino en reconstruir sentido : hablarle a una sociedad que ya no cree en los discursos colectivos, pero sigue buscando conexión en lo cotidiano en el costo por metro cuadrado, en su familia, en el costo de la despensa, en la seguridad de su colonia. Mientras la política polariza, las marcas pueden ejercer un liderazgo distinto: reconectar con esa clase media desilusionada que ya no se reconoce ni en la retórica del poder ni en la indiferencia del mercado . Quien logre hacerlo, no solo ganará participación de mercado, sino algo mucho más escaso: confianza.

El verdadero desafío del 2030

Si algo deja claro el fenómeno Salinas Pliego no es su viabilidad electoral, sino la ausencia de un relato que articule el centro. Ni la izquierda ni la derecha parecen entender que la clase media mexicana no busca salvadores, sino reconocimiento . No quiere subsidios ni promesas; quiere certezas, paz (si se puede) y respeto. El reto reputacional —para políticos, empresas y medios— será recuperar la capacidad de hablarle a ese México intermedio: el que madruga, paga impuestos y sostiene al país mientras los extremos gritan. Si nadie le ofrece una narrativa digna, siempre habrá alguien dispuesto a vendérsela envuelta en enojo. ____ Nota del editor: Rogelio Blanco Martínez es presidente y socio de ágora México. Cuenta con 23 años como consultor de comunicación estratégica. Es experto en gestión de reputación corporativa, manejo de crisis y comunicación corporativa. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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