La ambición por lograr la mal llamada autosuficiencia energética, promovida por López Obrador, representa un espejismo que desvía a México de las realidades económicas y ambientales contemporáneas. Seis años después de asumir el cargo, es evidente que este ideal ha fracasado, sumiendo a las finanzas nacionales en una situación crítica.

Esta rancia visión nacionalista, que implica una confrontación directa con la reforma energética de la administración anterior, ha demostrado ser ineficaz y desfasada. Petróleos Mexicanos sigue dependiendo en gran medida de importaciones de gasolinas y diésel, que constituyen el 63% de sus ventas internas. Por si fuera poco, la reciente compra de plantas generadoras de electricidad de Iberdrola por parte del Fondo Nacional de Infraestructura no incrementa la capacidad de generación eléctrica, sino que simplemente facilita las finanzas de esta transnacional. La situación de Pemex es alarmante: en enero, la empresa registró su producción de crudo más baja desde 1979, evidenciando las fallas en la estrategia gubernamental y el derroche financiero. Proyectos opacos, como la refinería de Dos Bocas, solo han añadido más sombras al panorama, mientras que la dramática caída en la contribución de Pemex a las finanzas nacionales, de 15 a poco más de un peso por cada 100, ilustra la gravedad de la situación. Aunque Dos Bocas podría aumentar la capacidad productiva, su impacto real en la autosuficiencia energética sigue siendo dudoso. La tendencia decreciente en la producción de gasolinas y el leve aumento en la producción de diésel no dejan duda alguna sobre la imposibilidad de sustituir completamente las importaciones por producción interna. La estrategia de autosuficiencia energética parece obsoleta en un mundo que avanza hacia fuentes de energía más limpias y renovables. El enfoque en combustibles fósiles no solo es contradictorio con las tendencias globales de reducción de emisiones de carbono, sino que también compromete los acuerdos internacionales sobre cambio climático firmados por México. Por ello, hace sentido la propuesta de Xóchitl Gálvez de crear EMEX (Energías Mexicanas), que se centra en transformar a Pemex para enfocarse en la producción de combustibles y electricidad más limpios, reduciendo así las emisiones contaminantes. La estrategia incluye dejar de quemar metano y aprovechar métodos como la cogeneración y la geotermia.

Y es que la próxima administración enfrentará, sí o sí, el desafío de replantear la estrategia energética del país, enfocándose en diversificar las fuentes de energía y adoptar innovaciones en energías renovables. Esto no solo beneficiaría al medio ambiente, sino que también fortalecería la economía y lograría una independencia energética más sostenible y realista. La locura echeverrista de la autosuficiencia energética, tal como la ha perseguido López Obrador, es un camino que México no puede permitirse seguir. _____ Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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