Las elecciones en Coahuila y el Estado de México se encuentran a la vuelta de la esquina. En ambas entidades, el PRI ha logrado mantener históricamente la primera magistratura: en el Estado de México, a través de alianzas; en Coahuila, valiéndose de su propio músculo. Como en cada proceso electoral, abundan los análisis centristas, esos que se basan en las encuestas, las tendencias generales, las noticias de alto impacto mediático o los dichos engañosos de los actores políticos. ¿La consecuencia? Afirmaciones apresuradas y análisis superficiales. Sin embargo, en realidad, es en lo local donde se amalgaman los intereses de los partidos. Es desde lo local que las fuerzas políticas alinean sus objetivos para conseguir el mayor número de votos posible.

Al respecto, veamos los hechos y las cifras electorales. En el caso de Coahuila, en las últimas cuatro elecciones había venido perdiendo fuerza el PRI, al grado que en 2017 la diferencia entre el PRI y el PAN fue de 2.5 puntos porcentuales. Al margen de lo cerrado de la contienda, los agravios públicos entre los actores hacían impensable una coalición entre el PRI y el PAN para 2023. Sin embargo, el triunfo de Morena en 2018 y sus posteriores victorias en gubernaturas han creado una clara hegemonía territorial del partido en el poder, como no se había vivido en tiempos de la transición a la democracia. Esta hegemonía morenista o quizá lopezobradorista —tema para otro artículo— alineó intereses de tirios y troyanos en Coahuila para formar una coalición que parece haberse convertido en el rival a vencer en la elección de 2023. Durante su administración, el gobernador Miguel Riquelme se dedicó a construir con el panismo, más que a debilitarlo. Sobre todo, buscó manejar una deuda pública excesiva de la mano de sus otrora rivales políticos. Ya acercándose la elección, la construcción de la coalición con el PAN se basó en acuerdos locales y en el perfil conciliador del candidato Manolo Jiménez, y no tanto en seguir las directrices nacionales del PRI. En el caso del Estado de México, el panismo tomó fuerza en las elecciones de 1999 y 2005; mientras que el PRD construyó una base político-electoral importante para robarle puntos al priismo mexiquense. Empero, no fue hasta 2017 cuando Morena estuvo a 2.8 puntos porcentuales de arrebatarle la gubernatura al PRI. En estas elecciones, las de 2023, que muchos denominan el “laboratorio electoral” de 2024, los partidos políticos se han reagrupado en dos frentes. Por un lado, Morena se coaligó con el PT y el PVEM (este último sin duda inclinó la balanza a favor del PRI en las elecciones anteriores); y, por otro lado, PAN, PRI y PRD, más el partido Nueva Alianza, competirán bajo las siglas de Va por México. Del lado morenista, se observó desde muy temprano a todos los actores regionales importantes operando a favor de la candidata Delfina Gómez, mientras que Va por México tardó en definir a su candidata y en mostrar cohesión, lo que ha sucedido en las últimas semanas. Esto puede ser decisivo, quizá, en el resultado electoral. Así las cosas, las elecciones de 2023 nos pueden mostrar que los retos y las claves de la construcción de alianzas ganadoras están en lo local. Más allá de tendencias e intenciones nacionales, son los actores políticos locales quienes operan y trabajan a favor de su proyecto: tanto en el territorio como en las alianzas con los liderazgos políticos y sociales regionales.

Otro ejemplo es Movimiento Ciudadano, partido que ha querido construir una narrativa desde lo nacional como una fuerza que podría ser una tercera vía frente a la polarización y la dicotomía partidista, pero no presentará candidato en ninguna de las dos entidades en 2023. Lo que esta decisión deja entrever es la falta de un candidato que refuerce esta narrativa nacional, como sí lo tuvieron en Quintana Roo, Campeche o Sonora. También muestra la ausencia de estructuras locales, como sí las tiene en Jalisco, donde el partido está controlado por el gobernador Alfaro. En resumen, en 2023, hay que poner el foco en lo local. Para que las alianzas electorales transiten y sean exitosas, se requiere que los actores políticos estatales y municipales estén convencidos. También se necesita un amplio trabajo a ras de tierra y conocimiento de los estados en disputa. Con una visión regional, podremos comprender los saldos de las elecciones estatales y eso nos llevará a entender mejor las dinámicas de los acuerdos y las agendas de los partidos rumbo a la elección de 2024. ________________ Nota del editor: Josué Jijón León es consultor especializado en política local en Integralia Consultores (@integralia_mx). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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