Carritos con banderas ondeantes desfilan por el Centro Histórico de la Ciudad de México, vistiendo de verde, blanco y rojo a calles principales como Juárez y Eje Central Lázaro Cárdenas. Con plazas dominadas con mercancía y comerciantes de origen chino, los vendedores comparten algo en común: fabrican cada año en Santa Ana Jilotzingo, Estado de México, una a una las banderas y demás recuerdos patrios con los que se festeja en la capital el Grito de Independencia.
Victoria aprendió a cortar y coser tela de su madre y su padre, quienes desde los 7 años comenzaron a llevarla al Zócalo capitalino –un viaje de unos 44 kilómetros– para que les ayudara a vender. Entonces la Calle Madero aún estaba abierta a los autos y las autoridades les permitían instalarse sobre la plaza. Con el tiempo y el paso de diferentes gobiernos, les fueron recorriendo hasta ahora encontrarse sobre Avenida Juárez, cerca del Palacio de Bellas Artes y la Alameda Central. Ahora Victoria se enfrenta además a la mercancía china que busca desplazar a los fabricantes mexicanos, incluso en el festejo de la Independencia mexicana. “Lo que hacemos aquí los mexicanos es mucho mejor, le dura más tiempo que una bandera china. Se ve la tela muy delgadita y lo de aquí viene mucho mejor, hay que consumir lo de nuestro país”, dice Victoria. Además de banderas, los carritos están llenos con rehiletes, vestidos y sombreros tradicionales, matracas, moños y listones para cabello, así como guirnaldas y escudos que muestran al símbolo nacional: un águila devorando una serpiente encima de un nopal. Cristina González es vendedora desde hace 10 años. Cuenta que tiene banderas pequeñas desde 10 pesos para adornar el escritorio o el auto, hasta banderas grandes por 300 pesos. Con la mercancía china ofrecida por una fracción del precio, la mujer considera una contradicción celebrar con artículos de hechura extranjera. “Ya se ha metido la bandera china, pero es mucha la diferencia entre la mercancía china y las banderas hechas por manos mexicanas. “Dar el grito con una bandera china, ¿qué estamos celebrando? Ahorita a lo mejor la economía no se presta, pero tenemos banderas más pequeñas y accesibles, que se puedan llevar una nacional hecha por nosotros”, comparte.
Por su parte, Evelyn Contreras es acompañada por su madre –quien le enseñó a fabricar recuerdos patrios–, su hermana y su pequeña hija. Desde que ella tenía siete años acuden como familia a ofrecer su trabajo y disfrutan el Desfile Militar del 16 de septiembre, el cual marca la hora de regresar a su hogar. “Siempre hemos estado aquí, con lluvia, sol, no importa. Desde que recuerdo nunca nos hemos perdido un desfile en el mes de septiembre, sin falta venimos cada año”, señala. Cuenta orgullosa que un cliente regresó para comprarle una nueva bandera para adornar su casa, pues luego de cinco años bajo la lluvia y el sol, apenas había comentado a despintarse la anterior. “La bandera la mal pagan porque muchas personas no saben el trabajo que uno hace, se van por lo más barato, lo más sencillo aunque la calidad es mala”, dice Evelyn. Pese a heredar la tradición, Evelyn ve que puede llegar a su final con ella y no ser continuada por su hija, de poco más de un año. “Me gustaría que mi hija estudie, tenga una carrera, algo diferente a lo mío. Además no creo que en un futuro haya carritos de bandera porque últimamente nos han reducido, gobierno no nos deja trabajar como antes”, sostiene.
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