Los haitianos en Haití llevan década lanzado a las calles para protestar por niveles de violencia que no conocen límites, por la inestabilidad política, el alto costo de la vida o el carnaval. La noche del martes 18 fue el fútbol el detonante de un júbilo nacional que desafió hasta el espacio controlado por las pandillas. Incluso, delincuentes de los que azotan al país se unieron a las caravanas por los 10 departamentos.
Haití, un país que respira fútbol, no se clasificaba a una Copa del Mundo masculina desde su estreno en la edición de Alemania 1974. Esa travesía en el desierto de más de medio no impedía que cada cuatro años durante el torneo planetario la margen occidental de La Hispaniola se paralizara cuando jugaba Argentina y Brasil. El país se divide entre los seguidores de la Albiceleste y la Canarinha.
Un resultado de un valor de oro olímpico; Haití dejó en el camino a dos habituales asistente a la cita como Costa Rica y Honduras. Otra gota en ese vaso que está lejos de la mitad para un 2026 donde aparecen pequeñas luces que animan a soñar con el final del extenso túnel.
La semana pasada, el Primer Ministro Alix Didier Fils-Aimé presentó la hoja de ruta del calendario electoral que fija en agosto del próximo año las primeras elecciones presidenciales desde 2015. Un desafío mayúsculo, pero el deporte nos enseña que la esperanza es lo último que se pierde.
El partido que dio el boleto al Mundial de 2026, una victoria haitiana 2-0 sobre Nicaragua, se jugó en Curazao. Pudo haber sido en Santiago de los Caballeros o en San Cristóbal.
A causa de la inseguridad, la FIFA vetó en 2020 el territorio haitiano para albergar partidos internacionales. Desde entonces y hasta que estalló la crisis diplomática por la construcción del canal en el río Masacre que provocó el cierre de las fronteras aéreas y terrestre en 2023 el Estadio Olímpico Félix Sánchez y el Panamericano de San Cristóbal acogieron partidos de local de los haitianos.
Los reflejos del otro lado de la isla
Del lado dominicano, muchos aplausos, un contagio de alegría desde un país que ha sido solidario con Haití. El caudal de buenos comentarios en las redes es solo una referencia, como se expresó en 2010 con la solidaridad dominicana tras el terrible terremoto.
El triunfo haitiano aporta una cuota de optimismo a un fútbol quisqueyano que cierra su año más fructífero, con debut halagüeño en Copa Oro y con una selección más estable que nunca y que le merece invitación a amistosos en fecha FIFA con equipos del primer mundo como Uruguay, Chile o Perú.


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