En sus 62 años de vida, Enrique Oliu nunca ha visto la luz del sol. Nació ciego en la Nicaragua somozista (1962), donde se enamoró del béisbol que escuchaba por la radio, llegó a los Estados Unidos con 10 años y desde que los Tampa Bay Rays nacieron (1998) es su comentarista en español.

Mientras los Rays se entrenaban en el Quisqueya, Oliu, de la mano de su inseparable esposa, Debra Perry, recorría el terreno, hablaba con todo el que podía con la cortesía de quien sirve en un restaurante Michelín y cuenta su historia al que la solicita. Esas conversaciones con el cuerpo técnico, scouts, jugadores y fanáticos es fundamental para acompañar las informaciones estadísticas y llenar las nueve entradas de labor de cada partido.

Lo hace confiando tanto en su profundo conocimiento del deporte para contar historias al aire como en su agudo sentido del oído para captar pistas sobre lo que sucede en el campo. Este último marca la diferencia y muestra la utilidad que el ser humano puede sacar de los sentidos.

Un distintivo sonido de silbido en el Fenway Park significa un ponche del equipo visitante. Las reacciones de los fanáticos le indican si una pelota cayó de hit o es out. Un enorme desafío que enfrentó en 2020 cuando tuvo que comentar con los estadios vacíos, a causa de la pandemia.

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“Me imaginaba los juegos en mi habitación mientras crecía, cuando inventaba mis propias cosas y ponchaba a gente que no me gustaba y todos los que me gustaban conseguían un hit”, dice Oliu a DL.

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Enrique Oliu es el comentarista en español de los Rays de Tampa Bay aun siendo ciego. (ÁLVARO DE ARAOZ)

Oliu valora el vínculo que forma diariamente con sus oyentes.

Un ejercicio que le costó dominar y que tiene muchas complicaciones. “A veces cuando escuchas el sonido del guante en tus auriculares y el calentamiento del lanzador puede distraerte, porque crees que se está haciendo un lanzamiento, pero no, es solo un tipo calentando en el bullpen. Te sientes un poco confundido”.

Puede sentir mejor qué tan fuerte fue bateada una bola o si un lanzamiento fue una bola rápida basándose en el sonido que hace cuando golpea el guante del receptor. También puede escuchar a los banquillos aplaudiendo o hablando con mayor claridad.

Estos pueden parecer cambios ligeros, pero así es como Oliu visualiza el juego, y sus oídos afinados pueden captarlos. Su esposa trabaja a su lado, en la cabina y le ayuda a que el trabajo sea más fluido.

Ha compaginado su labor en la radio como trabajador a tiempo completo durante 32 años como representante de extensión comunitaria e intérprete en la oficina del Defensor Público del Condado de Hillsborough, Florida.

“Siempre he sido un tipo muy optimista desde el día en que mis padres me enviaron a un internado a la edad de 5 años (en Costa Rica) hasta ahora”, dijo. “Siempre trato de encontrar algo bueno. ¿Es mejor no tener béisbol? No. Entonces, es genial”.

Nacido en Matagalpa, una ciudad en el centro de Nicaragua, donde el béisbol es el deporte nacional, Oliu dejó su casa cuando era niño para asistir a una escuela para ciegos en Costa Rica porque era la única en Centroamérica en ese momento, dijo.

Cinco años más tarde, sin saber nada de inglés, Oliu se mudó con su tía para estudiar en la Escuela para Sordos y Ciegos de Florida en St. Augustine. Allí, un profesor le enseñó a visualizar lo que escuchaba mientras devoraba deportes en la radio y soñaba con convertirse él mismo en locutor, como Milo Hamilton o Marv Albert.

“Mi papá siempre decía: ‘¿Cómo lo vas a hacer? No quiero oír que quieres hacerlo. Muéstramelo’”, dijo Oliu. “Eso era lo suyo: a nadie le importará si eres ciego o no, así que más vale que tengas resolución”.

Después de adquirir experiencia convocando juegos de béisbol de ligas menores y profesionales senior, Oliu irrumpió en las ligas mayores en 1998. De acuerdo a The New York Times, el cubano Orestes Destrade, quien conoció a Oliu en Florida College antes de jugar cuatro temporadas en las ligas mayores, recomendó a su antiguo compañero de clase para el equipo de  expansión, que llegó a la liga junto a los Diamondbacks de Arizona. La transmisión en español de los Rays y Oliu ha estado en el club desde entonces.

Lo hace en una cadena donde el dominicano Ricardo Taveras es el narrador. Para los juegos fuera de casa, Oliu y Taveras trabajan desde Tropicana Field, con Oliu controlando a través de transmisiones de audio y televisión.

Oliu todavía se prepara para los juegos con su esposa, Perry, estudiando minuciosamente las estadísticas, escuchando entrevistas y estaciones de radio de béisbol y leyendo sobre los Rays y su oponente, alimentado por docenas de alertas de voz en su móvil.

Oliu tiene un conocimiento enciclopédico de la historia del béisbol en el que puede apoyarse durante las transmisiones.

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Enrique Oliu en la cabina del Estadio Quisqueya. (ÁLVARO DE ARAOZ)