Tras más de 30 años en este andar feminista y en la lucha por los derechos de las mujeres, ha llegado el momento por el que tantas hemos esperado: tenemos presidenta con “A”. La Presidenta Claudia Sheinbaum ha llegado pisando fuerte, exigiendo que el Estado se ponga las «gafas violetas», integrando una perspectiva feminista en áreas clave como la economía, la seguridad y la justicia. El compromiso es claro: un Estado que no solo garantice la igualdad sustantiva, sino que actúe para hacerla realidad en la vida cotidiana de todas las mujeres, con una visión interseccional.
Reconocer que no es lo mismo ser una mujer y además tener discapacidad, ser negra, estar privada de su libertad y ser indígena, es decir la interseccionalidad nos permite desdoblar la mirada y reconocer los muchos Méxicos, y la diversidad de mujeres, por ello es impostergable construir instituciones más eficientes y humanas que respondan a nuestras demandas de justicia social, inclusión y una vida libre de violencia. La historia de las mujeres en México es diversa, hemos avanzado en muchos aspectos, desde lo más básico que es el reconocimiento de nuestros derechos civiles en 1953 hasta otros temas impensables que nos han abierto los ojos de desigualdades que ni siquiera tenemos detectadas. Según el Foro Económico Mundial, al ritmo actual, nos tomará 134 años cerrar las brechas de género (Foro Económico Mundial, 2023). No podemos esperar cinco generaciones para lograr una verdadera igualdad. Las reformas propuestas por la Presidenta son un primer paso en la dirección correcta. Ser mujer en México significa enfrentar todos los días el nulo derecho a la ciudad, ya que no se cuenta en la mayoría de las calles con iluminación adecuada, una premisa básica para la seguridad personal, en los parques y espacios públicos las mujeres no se apropian de ellos porque no tienen las condiciones mínimas para sus hijos e hijas o para ellas mismas. Las banquetas son utilizadas en su mayoría por mujeres con carriolas, sillas de ruedas o carritos para traer los alimentos a casa y están en deterioro constante, en los padrones vehiculares el 80% de los registros están a nombre de los hombres, lo que nos refuerza la idea de que son las mujeres las que hacen uso de las banquetas y del transporte público, este último en muy pocas ocasiones será seguro para ellas. La movilidad es la base de los demás derechos, ya que para ir a la escuela, al trabajo, a proveer los alimentos implica el derecho a la movilidad segura, derecho que las mujeres tienen grandes limitaciones para ejercerlo. Hoy, 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años han vivido algún tipo de violencia de género, siendo la violencia psicológica la más común (INEGI, Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021). Todo lo anterior nos confirma que la violencia estructural sigue presente en la vida cotidiana de las mujeres mexicanas. Hoy somos testigos de la historia, celebramos que nuestra Constitución hable de igualdad sustantiva, de perspectiva de género, y de paridad. Sin embargo, no debe ser un gatopardismo cambiar todo para que todo siga igual, el cambio de visión conlleva la creación de estrategias y políticas públicas explícitas que cuenten con presupuesto, indicadores y su correspondiente evaluación. Las reformas presentadas en materia constitucional ofrecen beneficios tangibles al establecer criterios unificados para enfrentar la violencia de género de manera más efectiva. Además, promueven una mayor coordinación entre los distintos niveles de gobierno, lo que asegura respuestas más rápidas y eficientes. Estas reformas no solo garantizan la igualdad sustantiva, también impulsan la paridad de género en los espacios de toma de decisiones.
Sin embargo, es imposible ignorar que muchas mujeres continúan enfrentando una doble o triple jornada laboral, desempeñándose tanto en el trabajo formal como en el hogar, en los cuidados, y aun así, por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer recibe solo 84 pesos (IMCO, 2022). Para eliminar esta brecha, es fundamental un cambio de paradigma entre hombres y mujeres. Urgen las políticas de cuidado, impulsar la corresponsabilidad en el trabajo doméstico y de crianza. Este es un llamado a la sociedad, reconociendo que los tiempos han cambiado, abrir más espacios para las mujeres. La paridad es solo una línea de salida, no es la meta; la participación activa en la política y en las empresas no es suficiente si no trabajamos para cambiar nuestras dinámicas diarias en los hogares. Necesitamos mujeres liderando el cambio y también necesitamos que los hombres y la sociedad en su conjunto sean parte activa de este proceso. Estas reformas son uno de los más grandes avances constitucionales después de la reforma de 1953 que otorgaba la ciudadanía a las mujeres. Se viven nuevos tiempos, como decía Griselda Álvarez Ponce de León, la primera Gobernadora en la historia de México: “Vivamos un tiempo de plena igualdad con los hombres, sin privilegios que no requerimos, pero sin desventajas que no merecemos”, sigamos construyendo la patria incluyente y digna, por las que fueron, por nosotras y por las que vendrán. ____ Nota del editor: Claudia Salas es Diputada Federal de MC de Jalisco. Síguela en X como @ClaudiaSalasGDL y/o en Instagram. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
]]>
Comentarios recientes