EL DÍA EN QUE DECIDÍ PARTIR

Foto: RevistaIMX especial

Por  Mtra. Psic. Elisa Esther González   09 Mayo 2022

Hola soy Fernanda, no pude conocer a mi madre porqué falleció cuando yo nací.

Mi niñez no fue fácil, aunque tuve a mis abuelos que fueron muy buenos conmigo y me criaron lo mejor que pudieron.

Cuando era niña tuve algunas experiencias muy difíciles que me marcaron de por vida, estuve expuesta al abuso sexual por parte de un familiar cercano. Esos recuerdos se convirtieron en demonios que me acompañaron toda mi vida.

Mi personalidad se conoce como personalidad múltiple, pues si tú me veías, era una chica normal, alegre, simpática, líder, que a todos les caía bien, hacía bromas y todos querían ser mis amigos, me encantaba ayudar a los demás.

 Las personas con trastorno disociativo múltiple adoptan distintas identidades para evadir una realidad que les parece incómoda. Mauricio Porras, psicoanalista y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostiene que, tras un episodio de trauma como un abuso sexual, el cerebro humano busca evadir la realidad que le causa miedo y angustia. “Te inventas una personalidad parcial donde sigues siendo tú, pero dejas de lado el episodio traumático”, afirma Porras. Las personalidades que adopta una persona con este trastorno suelen ser complemento de algún vacío en su vida.”

Mi temperamento era melancólico sanguíneo, era alegre, dicharachera, tenía alma de artista, sensible a la opinión de los demás, demostraba ser fuerte, siempre estaba muy pendiente de lo que dijera la gente, aunque después por mí misma hipersensibilidad me empecé a alejar de todos.

En cuanto a mis talentos, tenía una hermosa voz, y era una gran compositora, tenía muchos amigos, no era bonita, pero si carismática.

Pero mi autoestima era muy baja, mis demonios nunca me dejaron, en las noches me hablaban y me decían que yo no era una buena persona, que era sucia, que no era digna.

Y aunque todo mundo me quería, yo no me quería a mí misma, y ese es el peor sentimiento que sentía, un gran odio hacia mi persona. Hice muchos intentos por sentirme digna, pero en todos esos intentos fracasé, porque siempre esas voces del mal me acompañaron.

Y cuando por fin, pensé que todo iba bien, ya que ya había logrado avanzar, sucedió todo lo contrario: una tarde un asaltante me robó mi bolsa con todo lo que tenía y me golpeo, eso me deprimió mucho, fue la gota que derramó el vaso, porque me empecé a aislar.

Muchas personas al ver que ya no salía, me llamaron por teléfono y me ofrecieron ayuda, pero yo no quería hablar con nadie, mi dolor se juntó con mi desesperanza y mi enojo por tener una vida contradictoria.

Creo que el mayor enemigo que pueda tener una persona, es uno mismo. Aunque yo no me quería responsabilizar de mí misma, y sin querer jugaba el rol de víctima, culpando a los demás de lo malo que sucedía en mi vida. Aunque en la mayoría de las ocasiones al verme en el espejo mi enojo hacia mí misma iba incrementándose cada vez más.

Foster Wallace escribió:” Entre más tiempo pasabas tratando de impresionar o parecer atractivo a los demás, menos impresionante y atractivo te sentías por dentro –eras un fraude. Y entre más un fraude te sentías, más intentabas transmitir una imagen impresionante o agradable de ti mismo para que los demás no se dieran cuenta lo hueco y fraudulento que eras.”

Intenté amar, tener una pareja, pero ¿cómo hacerlo?, si ni a mí misma podía amar. Es obvio que si no se amarme, no se poner límites. La otra persona pudo darse cuenta e hizo conmigo lo que quiso, sufrí engaños, maltratos, infidelidades, y aunque puse todo mi amor y cuidado hacia esa persona, él no me valoró.

Una mañana, cuando mi pareja salió a trabajar, sentí que la vida era un asco y que era el momento de ponerle fin, pensé en la muerte como la única forma de tener paz. como por impulso tomé la soga de la hamaca, la amarré al protector de la ventana, puse la soga fría en mi cuello, y pensé:¡ por fin mis demonios ya nunca más me van a torturar!… y aventé la silla…. En un instante vi pasar mi vida, los momentos más hermosos que viví y quise arrepentirme de lo que estaba haciendo, pero era demasiado tarde, de pronto vi un túnel de luz y luego vi como mi cuerpo colgaba inerte.

Mi pareja regresó al medio día y vio la escena macabra.  Poco a poco mi familia fue enterándose de lo sucedido. Me di cuenta ya muy tarde de mi gran egoísmo, me duele reconocer, que el mayor daño se lo hice a ellos, porque todos se preguntaban, ¿En qué fallamos para que Fer se sintiera así? ¿Qué pudimos haber hecho por ella para evitar esta tragedia?

En mi funeral todos lloraban sin consuelo, no entendían el porqué de mi decisión… ¿Cómo pude causarles tanto dolor? Ese día no solo me fui yo, sino también ellos como familia y como amigos perdieron una parte de su ser.

Lo más difícil fue mi funeral, quise detenerlo, me arrepentí …. pude haber tenido una vida bonita, no tenía que complacer a nadie, no tenía que quedar bien con nadie, solo conmigo misma. ¡Ya tenía la respuesta!!!

Alto detengan el funeral, yo no quiero estar muerta, quiero vivir. Quiero volver a sentir el agua tibia que recorre mi cuerpo todas las mañanas, quiero sentir el aroma de las gardenias en primavera, quiero sentir como las olas golpean mis pies en la playa, quiero sentir el beso de la persona amada. ¡Quiero vivir !,pero ya era demasiado tarde.

Si terminaste de leerme, te diré que nada es casualidad, valora tu vida y disfrútala intensamente, cada día que pasa es una oportunidad de pintar tu vida de tu color favorito, aprovecha tu tiempo al máximo, te dejo mis aprendizajes de vida con todo mi cariño.

1.- Debemos ser conscientes de que aquello a lo que ponemos atención y la forma en la que dirigimos nuestra atención, determinará mayormente el estado futuro de nuestra mente, y por lo tanto también de nuestra salud en su aspecto integral.

2.-Reconocer que se tiene un problema.

3.-Aceptar la ayuda profesional, de mi familia y amigos.

4.-Desarrollar los recursos personales internos: resiliencia, autoestima, perdón, flexibilidad de pensamientos y apertura.

Con cariño

Fer

Derechos de autor Mtra. Psic. Elisa Esther González.