En el marco del Día Mundial Contra la Trata de Personas, es urgente alzar la voz y visibilizar una realidad que nos duele profundamente como sociedad: la trata de personas y, en particular, la que afecta a niñas, niños y adolescentes. Una problemática atroz que crece en las sombras, alimentada por la indiferencia y la falta de conciencia.

De acuerdo con el Informe Mundial sobre la Trata de Personas 2024 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2022 el número de víctimas globales de trata aumentó un 25% respecto a 2019. Para los menores de edad, el incremento fue del 31%, representando el 38% del total, siendo la mayoría niñas. Estas cifras representan infancias y adolescencias truncadas por la violencia, la explotación y el abuso, lo que evidencia que estamos fallando en nuestra obligación más básica: proteger a quienes deberían ser el pilar más valioso de nuestra sociedad. En América Latina y particularmente en México, este delito se agrava por condiciones estructurales como la pobreza, la desigualdad y la migración forzada entre otros. Las víctimas son explotadas sexualmente, obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas o utilizadas para cometer delitos, y en varias ocasiones suelen quedar invisibilizadas ante el sistema. Lo más alarmante es que la trata de menores de edad no conoce fronteras: encuentra nuevas rutas, medios y contextos para operar, y el turismo es uno de ellos. La industria turística, con su movilidad masiva y anónima, puede facilitar el traslado de víctimas sin levantar sospechas. Aeropuertos, hoteles y terminales de autobús se convierten, inadvertidamente, en puntos de tránsito para tratantes. Por ello, es fundamental que empresas del sector y autoridades asuman la responsabilidad de actuar de forma coordinada en la prevención, detección y combate de esta grave violación de derechos humanos. En la región, las cifras son preocupantes: 35% de las víctimas de trata en América Latina son menores de edad, y en Centroamérica y el Caribe, esta proporción asciende al 40%. México se ha convertido en país de origen, tránsito y destino de víctimas, lo cual exige una respuesta urgente y decidida. Hoy se habla mucho del turismo sostenible. Gobiernos y empresas han implementado medidas para lograrlo, pero ningún modelo será verdaderamente sostenible si no se enfrenta con firmeza la trata de niñas, niños y adolescentes. Afortunadamente, existen organizaciones que han asumido un papel clave en esta causa. Una de ellas es ECPAT Internacional, que a través del protocolo The Code , impulsa la capacitación, sensibilización y adopción de políticas de protección ante este crimen en empresas del sector turístico. En el caso de México, se ha avanzado, aunque todavía falta mucho por hacer. Un ejemplo de esto es lo hecho en Volaris, que hace 12 años adoptó el protocolo The Code , y se convirtió en la primera aerolínea en Latinoamérica y la segunda en el mundo en implementarlo, al capacitar al personal operativo para identificar señales de alerta y actuar ante posibles casos de trata de menores de edad en los vuelos. Estos avances son valiosos, pero no suficientes. Se requiere que más actores del sector turístico, aerolíneas, hoteles, agencias, plataformas digitales y gobiernos, se sumen a esta causa, adopten protocolos de conducta, capaciten a su personal y se comprometan de forma pública y sostenida. Esto cobra mayor relevancia ante eventos de gran escala como la Copa Mundial de Futbol de 2026, que traerá una afluencia inédita de visitantes y atención internacional, lo que nos obliga a actuar con anticipación. Estudios previos demuestran que, sin medidas adecuadas, este tipo de eventos pudiera incrementar el riesgo de trata de personas menores de edad. Por ello, hago un llamado respetuoso pero firme a las autoridades, empresas y sociedad para reforzar la capacitación del personal, activar campañas de sensibilización, establecer mecanismos de denuncia eficaces y garantizar una coordinación inter-institucional efectiva.

El turismo debe ser una fuerza de desarrollo positivo, de encuentro cultural y prosperidad compartida, no un canal que facilite la explotación y violencia. Pero esta responsabilidad no recae solo en el sector turístico. La sociedad en su conjunto debe romper con la indiferencia y asumir una cultura de protección activa hacia las infancias y adolescencias y las autoridades deben fortalecer el marco legal, las capacidades de investigación y el acompañamiento a las víctimas. La trata de personas es un crimen que se alimenta del silencio. Por eso, hablar del tema, visibilizarlo y actuar es fundamental. Todos, empresas, gobiernos y ciudadanos, tenemos un papel que desempeñar. Tenemos la obligación ética y moral de construir entornos más seguros y dignos para nuestras niñas, niños y adolescentes. No podemos permitir que su futuro siga siendo vulnerado ante nuestros ojos. ____ Nota del editor: Enrique Beltranena es Presidente Ejecutivo y Director General de Volaris. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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